En el séptimo partido de las Finales de 1962 entre Celtics y Lakers en el Boston Garden, Frank Selvy, un buen tirador (el único en la historia de la NCAA que ha metido 100 puntos en un partido), falló un lanzamiento cómodo desde cuatro metros con empate a 100 en el marcador. Estaba solo porque Bob Cousy, su defensor, quiso hacer el dos contra uno a Jerry West, ‘mister clutch’. Quedaban 11 segundos, pero Selvy no acertó, Russell (30 puntos y 40 rebotes aquel día) cogió el rechace en la pugna con Elgin Baylor y Boston terminó ganando en la prórroga (110-106) su cuarto título consecutivo, el quinto en seis años. Es el único séptimo partido de unas Finales resuelto en el tiempo extra. El curso de la historia pudo cambiar con aquel lanzamiento, pero el balón rebotó en el aro… A partir de ahí se desarrolló cierto complejo en los Lakers, siempre a la sombra de los Celtics.

Boston, campeón eterno desde 1959, ganó aquel campeonato y seis más durante los 60. Ocho de ellos fueron consecutivos (la mejor racha en cualquier deporte profesional americano). El acelerón de los Celtics en el escalafón de la NBA fue tal que los Lakers, primeros dominadores del incipiente torneo cuando aún residían en Minneapolis, donde lograron cinco anillos, parecían minúsculos. Se habían encogido ante el poderío verde.

La franquicia dirigida por Red Auerbach, un magnífico estratega, hábil motivador y con un ojo de halcón para detectar el talento, alcanzó su décimo título en 1968. Los Lakers lo harían en 1987… Ningún otro equipo NBA ha pasado de 10.

En los 60 los Lakers perdieron seis finales ante los Celtics, todas las que disputaron. Tres de ellas fueron en el séptimo partido, la del 69 en su casa, en The Forum, aunque Jerry West fue el MVP. El premio fue un Wolksvagen Beetle en color verde. Jerry lo rechazó. Para la franquicia californiana aquellos años fueron un tormento. «Siempre pensábamos que podíamos ganarles y siempre perdíamos», dijo después Baylor, el jugador que fue Michael Jordan antes de que Michael Jordan existiera. Aún tiene el récord de puntos en un partido de las Finales: 61 puntos, precisamente en aquellas Finales (quinto partido) del tiro de Selvy.

Los Lakers tardaron 12 años en ganar su primer campeonato en Los Ángeles (1972) tras mudarse allí desde Minneapolis en 1960. Ni el cambio de colores (oro y púrpura) para diferenciarse de los Dodgers (béisbol) ni la mudanza al Forum, un magnífico pabellón, habían borrado su estigma. Tampoco ayudó el fichaje de Chamberlain, ya crepuscular. Boston siempre reía el último.

Pero la historia cambió con el ‘showtime’, con Magic, Worthy y Jabbar. Tanto es así que en 1985, cuando los Lakers ganaron por primera vez a los Celtics en unas Finales, Jerry Buss, el propietario de la franquicia entonces, dijo esta frase que retumbó en las entrañas del Boston Garden como esos sonidos tan fuertes que dejan pitidos en los oídos. «Ya no se podrá decir que los Lakers nunca han ganado a los Celtics».

Comenzó la remontada de los Lakers en el ranking. Empezaron a sumar campeonatos a partir del 2000 con Phil Jackson, Shaq, Kobe y Pau, mientras los Celtics sólo conseguían uno, el de 2008, el único en el siglo XXI. Boston estuvo 22 años sin ganar un campeonato, algo inaudito en la franquicia de Massachusetts.

Los Celtics tienen 17 anillos y los Lakers 16. Para la franquicia californiana la importancia de ganar en las Finales de 2020 es máxima. Enterraría todos sus fantasmas. La histórica batalla entre los dos clásicos alcanzaría otra dimensión. Desde 1963 los Celtics mandan en el ranking. Ahora estarían empatados. Los Lakers de LeBron y Davis, tras una persecución de 57 años no exenta de batacazos, sinsabores y muros infranqueables, disfrutarían este anillo como nunca. La historia NBA daría un vuelco.

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